miércoles, 3 de octubre de 2007

El apogeo de la civilización occidental

Uno de los bares que frecuento en las tardes de calor tiene a un verdadero personaje disfrazado de cliente regular. Habla con un ligero acento francés y asegura ser el único descendiente del célebre profesor Abel Dubois Landormy. Después de presentarse a su interlocutor de turno le gusta contar sin preámbulos la historia de su padre: “A principios del siglo pasado, empieza, mi padre publicó su famosa Historia del escote femenino en la civilización del Egeo (2300 a 1800 antes de Cristo); allí sostiene que cuanto más alto es el nivel artístico e intelectual de un pueblo, tanto más bajo es el punto en que sus mujeres cierran el cuello de su ropa. Amparados en esta ley histórica enunciada por mi padre, continúa el hombre, los modistos parisienses fueron empleando cada vez menos tela en los trajes de noche, e incluso hubo varios creyentes en el progreso indefinido de la humanidad que dedicaron su vida a tratar de ver el ombligo de las mujeres, ya que eso demostraría automáticamente el sumo apogeo de la civilización occidental. Pero ese momento no llegó, se lamenta, puesto que al poco tiempo, cediendo a los flujos y reflujos de la moda, los sastres comenzaron a subir los escotes y a bajar las faldas. Y así comenzó la declinación de la popularidad de mi padre”, termina el hombre con un dejo de tristeza en los ojos. Luego paga su café -que por lo general no ha tocado- y sale del bar. Afuera, se queda parado en la entrada mirando a las adolescentes que caminan por la vereda mostrando sus ombligos con desdén. Imagino que el hijo del profesor Landormy disfruta de este paisaje paradisíaco pensando que su padre tenía razón: Este es el sumo apogeo de la civilización occidental.

martes, 2 de octubre de 2007

Espectáculo

Por Marcelo Damiani

       Trabajo de porquería, piensa el jugador de pool, después de que nadie aplaudiera uno de sus tiros. Dos mosquitos y una mosca sobrevuelan el paño verde haciendo piruetas en el aire. El jugador se apresta a ejecutar un tiro difícil: Calcula las distancias, estudia los ángulos; piensa. Los mosquitos alcanzan a la mosca, la obligan a bajar sobre el paño verde y la desvisten. El jugador y los mosquitos empinan sus utensilios y apuntan con calma. La mosca empieza a gemir. Adelante y atrás, adelante y atrás. El jugador mueve el taco y no se decide. Adelante y atrás, adelante y atrás. El taco golpea la bola blanca y ésta a la roja. Los mosquitos están a punto de terminar. Se escucha un grito de placer y los mosquitos se separan extenuados un instante antes de que la bola roja les pase por encima. La bola azul recibe el golpe de la roja y las dos entran impecablemente en la buchaca de la esquina. La gente se pone de pie y aplaude satisfecha. El jugador de pool, la mosca y los mosquitos se incorporan, hacen una reverencia y piensan al unísono: Cada vez es más difícil entretener a estos locos.

       La traducción al francés acá.

       La traducción al italiano acá.

lunes, 1 de octubre de 2007

Repercusiones en la crítica


Adiós, Pequeña es una novela donde el humor, al volver grotesco todo procedimiento del género, toma la distancia necesaria del típico policial.”

Gabriela Stoppelman en la revista "Tamaño oficio"


Adiós, Pequeña atrapa por la calidad de sus diálogos, ya que impera en ellos un sarcasmo por momentos brutal. Se palpa la respiración del ingenio y la ironía de Clandler, pero muchas imágenes y situaciones revelan que Damiani también es asiduo lector de Horace McCoy y de Elmord Leonard.”

Germán Cáceres en la revista "Lea"


“En su primera novela publicada, Marcelo Damiani incursiona en la narrativa policial. Aunque esa incursión presenta características muy particulares que, a la vez que sitúan la novela en aquel género, por otro lado le permiten ganar distancia respecto del mismo. En ese sutil posicionamiento, Adiós, Pequeña revela sus aspectos más interesantes.”

Raúl García en "Página/12"


Adiós, Pequeña se erige como una parodia hacia los ‘clichés’ constitutivos del género policial clásico, y si tal como afirmara Borges ‘la novela policial ha creado un tipo especial de lector’, entonces esta novela propone un procedimiento inverso al conocido por medio del cual el lector debe ‘trabajar’ menos en cualquier ejercicio mental que se le presente y disfrutar más. Detective y lector recorren la novela cual flaneurs literarios garantizando el placer del juego que aquí se traduce en placer textual.”

Alma Rodríguez en la revista "Espacios"


“La parodia es una de las formas más elegantes de seguir escribiendo cuando ya no queda absolutamente nada por decir. En ese sentido, toda la literatura de Occidente puede ser considerada una parodia de sí misma. Una enorme oración que no quiere llegar a ninguna parte. La suma de sus temas tiende despreocupadamente a cero, y la suma de sus páginas tiende alegremente al infinito. Es ese vacío el que hace posible las historias, en él nacen y en él mueren todos los relatos, porque nada hay que nos sostenga además de las palabras. Pero esta levedad no carece de vértigos, de allí que los buenos textos paródicos provoquen en el lector eso que César Aira llama una sonrisa seria, y de allí que podamos afirmar que Adiós, Pequeña pertenece a esa clase de libros que uno lee pensando que si no existiera la literatura, en este planeta no existiría realmente nada.”

Carlos Schilling en "La voz del interior"